-

-
Pincha en la foto para escuchar el audiolibro

viernes, 11 de octubre de 2013

EL RELATO COMIENZA.....



            — Tenía que ocurrir, tarde o temprano tenía que ocurrir.

— Ha sido un accidente, como tantos otros que suceden en la ducha.

— Sabes que no es sólo un accidente. Si no quieres hacerme caso, escucha a todos los profesionales que pasaron por aquí.

— ¿Me hablas de esos locos que dicen hablar con los muertos, que descubren la energía negativa, los que se basan en una leyenda?

— ¿Leyenda? Hablas como si fuese una historia que te contaba tu abuelo. La viviste muy de cerca. Ella es la consecuencia de que hoy estemos aquí. Tenemos que volver a cerrarla, olvidarnos de su existencia. Los niños se pueden duchar en el baño de abajo.

— Déjalo. Las cosas seguirán como hasta ahora, es más práctico y para el negocio es mejor tener este baño en funcionamiento.

— Cuando todo se sepa no habrá negocio que mantener.

            Emilio dijo algo incomprensible mientras se retiraba con la caja de herramientas en la mano. Mara se quedo mirando el plato de ducha manchado de sangre. Tras unos segundos de reflexión agarró la fregona y comenzó a limpiar aquel desaguisado. La arrastraba con fuerza, intentando arañar la sangre que había comenzado a secarse. Cuando terminó, se sentó en una de las literas de la habitación con la mirada fija en la puerta, con la mente viajando en el tiempo.

              Recordaba muy bien el día que había comenzado todo. Sólo habían pasado seis años. Al hacerse cargo del Aula de Naturaleza conocían lo ocurrido. Habían investigado la razón por la que aquellos cortijos se habían cerrado diez años antes. Una niña, en una excursión nocturna de un campamento, había desaparecido. Por más que la buscaron nunca apareció rastro alguno. Los dueños fueron acusados de homicidio imprudente y el aula, cerrada por orden judicial. Nada se descubrió en las sucesivas investigaciones y tras el levantamiento del sumario y de las sospechas de la justicia, las instalaciones comenzaron un lento abandono, hasta que Emilio y Mara se fijaron en ellas. No tuvieron que mover muchos papeles ya que el ayuntamiento que lo gestionaba estaba deseando ponerlo en funcionamiento. No hicieron ningún caso a los vecinos del pueblo, que afirmaban que aquella cortijada estaba maldita y no a causa de la niña desaparecida. Nadie les contó mucho más. Todos bajaban la mirada y, cerrando los ojos, negaban con la cabeza ante las insistentes preguntas. Ahora, Mara comenzaba a sentir la necesidad de saber qué ocurrió.